miércoles, 15 de octubre de 2008

Mensaje sin Botella 1

Algo me observa desde dentro


Estoy de vuelta. Madrid es raro y seco. No veo el mar al fondo, tras de los edificios, y la mayoría de vosotros estáis esparcidos por el mundo, en diferentes países o planetas. Estar en casa es feo. Siempre subo al quinto piso, donde no vivo, en vez de ir al cuarto, donde si vivo, porque aun no me acostumbro a presionar el botón correcto cuando subo en ascensor. Al abrir el frigorífico siempre miro únicamente el estante de arriba, pues era el que nos correspondía en Las Palmas por compartir piso con otros compañeros, (aunque si buscas la palabra compañeros en el diccionario no corresponde a la relación que tuvimos allí con ellos). Al cerrar el frigorífico me doy cuenta que en verdad toda la comida que hay en él es para mi, y entonces me alegro. Luego abro el congelador y me alegro más pues puedo tomar una de las cosas que más me gustan en la vida y que en Las Palmas por la falta de espacio no podía. Los hielos. Los hielos son un invento espectacular. Yo se los echo a todo, si tengo sed, echo un vaso de agua, pero con hielos, la leche con Neskuik y hielos, la Coca-cola por supuesto que con hielos, todo está mejor con hielo. Me gusta tanto que a veces me llevo un par de ellos a la habitación pero en seguida se derriten para mi tristeza así que me tengo que conformar con observarlos de pie frente al congelador con la puerta abierta, aunque últimamente, algo me observa desde dentro, algo que me mira desde el interior del congelador, no se que es, no me asusta, creo que se esconde tras el pescado. Yo no me aparto, allí está el hielo y pienso luchar por él, me enfrente a lo que me enfrente.

4/07/08

Chema

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