Aguadillas
Pasa el tiempo, y aunque siempre retraso los relojes dos horas, también pasan los años. Eso debe haber pensado mi jodida rodilla que ha dicho basta otra vez, una vieja lesión que la última vez que la tuve hace dos años, me impidió durante seis meses poder jugar al fútbol o correr. Pero no es problema, como diría Madonna, siempre se puede encontrar una manera diferente de hacerlo, y en aquella otra ocasión, en que estuve lesionado, pude experimentar otros deportes distintos. Aun recuerdo el día que entré en las piscinas municipales de Fuenlabrada, era el año 2005 y yo con mi flotador de Mickey, mis manguitos y el gorro de ducha, que no era más que una bolsa del Carrefur mal atada, entré en aquel recinto, donde luego me avisaron, que me podía haber cambiado allí, ya me lo habían dicho también en el autobús. Mis compañeros, niños de entre 6 y 7 años, me esperaban al otro lado de la piscina, mientras yo trataba de impresionar a la monitora, (también más joven que yo) haciendo aguadillas a las viejecitas que hacían taichí en el agua. No resultó. Y me castigaron un curso por debajo. Mis nuevos compañeros, niños entre 4 y 5 años, me llamaban el tiburón. ¡Ganaba siempre! Y cuando perdía me chivaba a la monitora de quien se había echo pis en el agua, lo malo es cuando se chivaban que lo había echo yo. ¡Que hijos de puta!. No hice muchos amigos así que lo dejé, pero lo dejé en los más alto, en la última carrera, ni las jubiladas de aluche ni la clase de primaria del colegio para discapacitados Fuenlabrada I pudieron conmigo. Sobre todo porque descalificaron a la abuela que ganó por dar positivo por dopaje, yo se lo dije bien claro “señora, cuando compita no se tome las pastillas para el parkinson, si le viene mejor para nadar a crol”, y como la que quedó segunda tenía alceimer y no se acordó de ir a recoger el premio, pasé del tercer al primer puesto. Pero nadie me felicitó, no se si por los pocos amigos que hice o porque lo celebré meando en la calle seis de la piscina olímpica. Así que, con mi flotador bajo el brazo, me marché de allí, cabizbajo y mojado, hasta que una señora en el autobús vino gentilmente a ayudarme, nunca olvidaré sus palabras: “Perdone, pero tiene un testículo fuera”. Malditos bañadores talla XS. Pero el objetivo estaba cumplido, había echo deporte y mi rodilla mejoró... pero tenía que encontrar otro lugar donde poder demostrar mis aptitudes como deportista... y un mes después...
Pasa el tiempo, y aunque siempre retraso los relojes dos horas, también pasan los años. Eso debe haber pensado mi jodida rodilla que ha dicho basta otra vez, una vieja lesión que la última vez que la tuve hace dos años, me impidió durante seis meses poder jugar al fútbol o correr. Pero no es problema, como diría Madonna, siempre se puede encontrar una manera diferente de hacerlo, y en aquella otra ocasión, en que estuve lesionado, pude experimentar otros deportes distintos. Aun recuerdo el día que entré en las piscinas municipales de Fuenlabrada, era el año 2005 y yo con mi flotador de Mickey, mis manguitos y el gorro de ducha, que no era más que una bolsa del Carrefur mal atada, entré en aquel recinto, donde luego me avisaron, que me podía haber cambiado allí, ya me lo habían dicho también en el autobús. Mis compañeros, niños de entre 6 y 7 años, me esperaban al otro lado de la piscina, mientras yo trataba de impresionar a la monitora, (también más joven que yo) haciendo aguadillas a las viejecitas que hacían taichí en el agua. No resultó. Y me castigaron un curso por debajo. Mis nuevos compañeros, niños entre 4 y 5 años, me llamaban el tiburón. ¡Ganaba siempre! Y cuando perdía me chivaba a la monitora de quien se había echo pis en el agua, lo malo es cuando se chivaban que lo había echo yo. ¡Que hijos de puta!. No hice muchos amigos así que lo dejé, pero lo dejé en los más alto, en la última carrera, ni las jubiladas de aluche ni la clase de primaria del colegio para discapacitados Fuenlabrada I pudieron conmigo. Sobre todo porque descalificaron a la abuela que ganó por dar positivo por dopaje, yo se lo dije bien claro “señora, cuando compita no se tome las pastillas para el parkinson, si le viene mejor para nadar a crol”, y como la que quedó segunda tenía alceimer y no se acordó de ir a recoger el premio, pasé del tercer al primer puesto. Pero nadie me felicitó, no se si por los pocos amigos que hice o porque lo celebré meando en la calle seis de la piscina olímpica. Así que, con mi flotador bajo el brazo, me marché de allí, cabizbajo y mojado, hasta que una señora en el autobús vino gentilmente a ayudarme, nunca olvidaré sus palabras: “Perdone, pero tiene un testículo fuera”. Malditos bañadores talla XS. Pero el objetivo estaba cumplido, había echo deporte y mi rodilla mejoró... pero tenía que encontrar otro lugar donde poder demostrar mis aptitudes como deportista... y un mes después...
Dedicado a Anocas
muchisima suerte en esta nueva etapa
muchisima suerte en esta nueva etapa
Chema
14/09/08
14/09/08
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